Dejémonos ser libres,
como si no formáramos parte del mismo universo,
como si confiaramos en que siempre caerá la noche
en la que nuestros rostros de reflejen
en la profundidad de nuestras miradas.
Dejémonos correr las horas,
los minutos, los segundos,
porque siempre habrá la necesidad de recurrirnos y estar.
Vayamos a la deriva del tiempo, del espacio,
donde pasemos la barrera del sonido y de los pensamientos,
donde cada intención duela y cada mirada penetre.
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