Hay una sensación diferente,un deseo de extrañeza,
un deseo incontrolable por ver el antiguo agujero de sus ojos,
por buscar esa profundidad que acostumbraba buscar,
pero que siempre era interrumpida por ese muro que construía.
Son pequeñeces -pero son- lo que ahora deseo,
miniaturas que surgen de mi estómago y más abajo.
Esa sensación de resequedad en sus labios por mis labios,
ese erizado de piel por el frío que sentíamos.
Ya nada se compara.
Ganas de acoger su cuerpo tengo,
de ver sus ojos cerrados y saber que está pensando en mis pasos.
Todo eso siento.
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